Pasaron varios días hasta que alguien reparó en que los sueños habían desaparecido.


martes, 7 de febrero de 2012

El cine

El Desencantador está protagonizada por un cinéfilo. Cuando yo era pequeño, vivía en Bélmez de la Moraleda, mi pueblo. Ahí no había cine ni videoclub o algo parecido, y en mi casa no se solía ver cine más allá de las películas que emitían por televisión. De este modo, aunque supongo que siempre me apasionó, nunca tuve la ocasión de empaparme de esta maravilla que supone la magia del cine. Con dieciséis, diecisiete años, cuando viajaba a Granada, solía comprar de vez en cuando alguna película. Compraba todos los meses las dos revistas de cine que llegaban al pueblo, Fotogramas y Cinemanía. Me encantaba leer sobre cine. Comencé a memorizar repartos completos de películas que no había visto. Era una aproximación curiosa al cine, desde el papel en lugar de la pantalla. En cualquier caso, esto me conformó un bagaje y cierto criterio. Comencé a comprar películas como 21 gramos, 2046 o Lost in translation, por citar tres ejemplos. Las amaba. Por eso, cuando llegué con 18 recién cumplidos a Granada, me hice socio de un cineclub y todas las semanas iba una o dos veces al cine, no importaba si solo o acompañado.  Veía todo el cine que podía, todo el cine que no había visto en quince, dieciséis años. No dejaba de ver cine de los mejores directores, de las mejores tradiciones, de los mejores festivales. Me hice un poco elitista. Del mismo modo, empecé a escribir crítica cinematográfica en mi blog personal. De ahí llegué a otros muchos blogs y conocí gente brillante en Internet que amaba tanto el cine como yo, pero que sabían mucho más. Me ofrecieron la ocasión de colaborar con la revista Cinempatía, como hago desde 2007 con nula regularidad. Eso me hizo colaborar con otros medios, conocer más gente y más cine. Amar el cine, podría decirse, por encima de la literatura.
     Por lo general, a los protagonistas de mis historias les gusta la cultura: música, cine, literatura... porque no concibo el mundo sin esto. El mundo sería horrible sin cultura, tan gris todo. Damián, el prota de esta novela, no podía ser menos. De hecho, es mucho más: ama tanto el cine que le gustaría ser director, pero aún es muy joven, tiene 14 años. De todos modos, eso no le impide disfrutar y saber de actuaciones, planos, guiones, iluminación...
     Por eso el cine es una parte indispensable de la novela. No sólo en la personalidad del protagonista, sino en el desarrollo de la historia y la forma de redactarla. La presentación de ciertas partes del libro son eminentemente cinematográficas, y si pudiera serían fragmentos de películas, pero es parte de la magia de la literatura: abstraerte a donde el escritor quiera.
     Muchas veces he lamentado no haber tenido la ocasión de beber toda la cultura, todos los referentes culturales que otros sí pudieron, no haber tenido el estímulo. Descubrí la biblioteca del pueblo por un amigo y eso me cambió la vida. Desde entonces, iba todos los días. Mis padres no fueron quienes me llevaron a la biblioteca, me llevó un amigo con 9, 10 años, no sé bien. Al cine no me llevó nadie, y por eso espero que a Damián lo hayan guiado tan bien como yo querría. Por eso sus padres, como impronta y demiurgos, tienen un papel tan relevante en la vida de Damián.


Lo dicho: Luces. Cámaras. ¡Acción!

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