Pasaron varios días hasta que alguien reparó en que los sueños habían desaparecido.


martes, 28 de junio de 2016

Últimas presentaciones

Presentación Librería La Pantera Rossa en Zaragoza junto a Juan Madrigueras y Sandra


Presentación Llibreria Documenta en Barcelona junto al escritor Sergi Martín

viernes, 29 de abril de 2016

Estructurar una novela

Hace unos meses le prometí a la escritora Patricia García-Rojo este texto. Voy lento, pero voy al grano.

Si de algo nos gusta hablar a los escritores más que de libros, es sin duda del proceso de creación de los mismos. Patricia tenía curiosidad por la estructura de El Desencantador (al menos, es la duda que me planteó cuando hablamos de la novela), y no es la única lectora que hace hincapié en este aspecto del libro.



¿Por qué escoge uno una estructura y no otra al contar una historia? En mi caso, por una combinación de factores. La escritura de El Desencantador fue muy espaciada en el tiempo y experimental. En un principio sólo me interesaba romper un poco la narración lineal, y queda evidente en la primera parte del libro. De hecho, quise dividir la novela en tres grandes partes bien diferenciadas entre sí, como si cada cual perteneciera a un género propio, y también quise reflejarlo en la estructura:

En la primera, junto a los acontecimientos que se narran se intercalan recuerdos, sueños del protagonista e incluso algún texto de otra naturaleza. Me explicaré:

  • En el caso de los recuerdos, parten de la propia naturaleza del protagonista. Dada su enfermedad, Damián ha olvidado momentos importantes de su vida. Me resultó interesante arrojar a la cara del lector algunos de estos recuerdos olvidados para darle cierta ventaja con respecto al propio protagonista, otorgar una doble lectura a hechos que suceden en el libro y que, a raíz de un recuerdo perdido, cobran un significado o matiz distinto. Además, me permitía hasta cierto punto no tener que abusar del narrador omnisciente para sobreexplicar ciertos acontecimientos o situaciones.
  • Los sueños se cuelan entre la narración por coherencia con lo que cuento. La novela comienza cuando desaparecen los sueños en el mundo y se instaura una especie de caos, de ahí que rompan con la linealidad del relato y, además, me permitan jugar con la experimentación narrativa, ya que los sueños carecen de lógica.
  • El capítulo 3, "La suerte", también se aleja del día a día de Damián para contar una historia paralela que, por culpa del destino, hará cambiar la vida del protagonista por completo. Como recurso narrativo, es una especie de prolepsis, en concreto una catáfora que sólo se entenderá al final del capítulo 4.
  • Al primer capítulo le sigue un ejercicio de la clase de lengua donde sus compañeros hacen una descripción de Damián. Me pareció una forma sencilla y poco convencional para conocer al protagonista nada más comenzar la novela sin necesidad de las típicas presentaciones que ralentizaran el avance de la trama. Quería ir al grano.

La segunda parte de la novela supone una ruptura con la primera. En especial temáticamente, y en cuanto a la estructura quise reflejarlo del siguiente modo: narración lineal, del tirón, sin interrupciones o digresiones que nos sacaran del meollo. Eso sí, jugué con el tiempo para hacerlo lo más plástico posible.

Y así llegamos a la tercera, donde hay un cambio sustancial de tono otra vez que se refleja en la forma: el relato es más maduro, los conceptos que trata cada capítulo son más claros, y el ritmo se asienta de nuevo de acorde con el contenido. Podría decirse que en esta parte, salvo por varias entrevistas entre Damián y su psiquiatra, la narración vuelve a ser lineal, centrada en el desarrollo del protagonista y su percepción del mundo.
Lo curioso aquí es que esta tercera parte, en el planteamiento original de la novela, iba a ser un mero epílogo de cinco o seis páginas. Sin embargo, a medida que trabajaba en el desarrollo de El Desencantador, me di cuenta de que ese epílogo era clave, hasta el punto de desarrollarlo y convertirlo en toda una parte de la novela.
Por último, la novela cierra con otro recuerdo perdido de Damián que pone en perspectiva lo que acabamos de leer y arroja un poco de esperanza como broche final. Además, me parecía lógico cerrar con un recuerdo una novela que trata tanto la memoria. ¿Es un detalle caprichoso este recuerdo al final de todo? Por supuesto, pero qué iba a ser de la literatura sin este pensar fuera del círculo.


lunes, 7 de marzo de 2016

Reseña en La cueva del erizo

Aquí os traigo la cuidadosa, generosa y profunda reseña de la lectura que ha hecho Mérope Almaraz de El Desencantador. Os la dejo en La cueva del erizo:

El Desencantador comparte una cualidad con otras obras del autor: parte de una persona cualquiera, del imaginario común, de una realidad cotidiana; y de repente te abofetea para hacerte despertar.


lunes, 25 de enero de 2016

Sueño

Hay un hombre mayor con barba, pero todo está tan oscuro que no se le ve la cara. A  pesar de ello, se percibe la vejez en el conjunto. Tal vez por la posición de su cuerpo, algo inclinado, o por el aura que emana de autoridad en el espacio vacío que lo rodea. El vacío pertenece a una sala inmensa, aunque delante hay una puerta que alcanza cuatro metros de altura. La sala está oscura, como si las sombras se hubieran hecho con ella. El hombre avanza hasta salir por la puerta y mira directamente hacia aquí. El tiempo se congela, se nota en el aire que ha dejado de moverse y en las hojas que quedan suspendidas en el cielo.

El hombre extiende la mano, abre el puño y de éste cae, como una gota de agua, una línea que se convierte en un bastón de madera. Cuando toca el suelo, de la mano vuelve a nacer otro material: dos líneas de metal resbalan alrededor de la madera en espiral hasta unirse en la punta inferior. El bastón ya está formado. El dueño de éste da unos pasos alrededor, eleva el brazo del bastón y empieza a girarlo con los dedos sobre él como lo harían las aspas de un helicóptero. El tiempo vuelve a ser, las hojas caen al suelo y el viento sigue su camino. Varias sombras se adelantan tras el anciano, que ahora está encapuchado, pero no se enfocan lo suficiente. No obstante, cualquiera juraría que no son humanas. El bastón sigue girando y sobre él se forma un remolino. El hombre de debajo pasa a ser el ojo de un huracán que crece por momentos; varios haces de luz se unen al tornado de aire dándole mayor entidad. En cuestión de segundos, esas luces iniciales se transforman en chorros de luz azulada que llegan por todas partes. El remolino crece entre los edificios que lo protegen y se convierte en una criatura incontrolada que trata de absorber todas las tonalidades del cielo sobre él. Las nubes caen en la trampa, el humo de algunas chimeneas e incluso los pájaros más débiles acaban por unirse a la corriente de aire y energía.

El hombre no es ni tan siquiera la punta del alfiler de la columna giratoria y luminosa, y aunque sostiene el bastón con fuerza parece que el peso es demasiado, pues su espalda se dobla un poco hacia atrás. Las sombras que lo rodean parecen definirse algo más: patas, garras, alas… nada concreto. Cuando se da cuenta de que el remolino es demasiado para él y la capucha cae hacia atrás, lanza un alarido hacia el infinito. El aire, la luz, la energía, las nubes, los pájaros, todo cae dentro del bastón, que devora la columna como un desagüe hasta que la última corriente invisible desaparece. El hombre cae al suelo abatido. Entonces despiertas.

lunes, 4 de enero de 2016